lunes, 20 de octubre de 2014

CARACTERÍSTICAS DE UN ECOSISTEMA URBANO DE INNOVACIÓN


  • Fue una jornada amena y enriquecedora. Estuvimos trabajando con todo el equipo de gobierno, y un número amplio de invitados. Me encantó el espíritu abierto e informal del ejercicio y las ganas que pone esta gente para hacer de Rivas una ciudad más humana y sostenible. Comentaba con @yoriento a nuestro regreso que ha sido de esas pocas reuniones con entidades públicas en las que uno siente que se hace algo útil, que el diálogo es de verdad, y que la política-de-despachos no impone su lógica rancia.
    Por poneros en contexto, diré que Rivas Vaciamadrid es una población de tamaño medio donde pasan cosas insólitas, un bicho raro por varias razones:

    ¿Qué es un “ecosistema”? = Lo defino así: “Sistema que se mantiene en funcionamiento con el mínimo aporte de energía externa” = Esto no es baladí, porque enfatiza la importancia de las conexiones naturales, bien engrasado, y sobre todo: ¡¡sostenible!! con el máximo de autonomía (léase: con el mínimo de financiación/subvención externa).
    ¿Qué propiedades tiene un “ecosistema de innovación”? = Percibo estas siete: 1) Autogestionado, 2) Sentido de comunidad, 3) Adaptativo, flexible, resiliente,  4) Colaborativo, 5) Escalable respetando la Sostenibilidad, 6) Gestiona la diversidad como oportunidad, 7) Abierto, poroso, exteligente.

    ¿Ciudad inteligente? = Las llamadas “Smart cities” declaran unos objetivos que yo mismo firmaría, pero la realidad dice otra cosa. Quienes las homologan parecen fijarse solo en la inversión en nuevas tecnologías, porque en realidad lo que buscan es generación de negocio. Y si no, que alguien me explique cómo Málaga puede ser realmente una “Smart City” si suspende en 3 de los 4 puntos que las definen. Así que una “ciudad inteligente” no es aquella que invierte mucho en TIC, sino la que sabe leerse a sí misma, que es capaz de encontrarse para optimizar las capacidades que tiene, y que propicia mecanismos de emergencia: condiciones para que las cosas sucedan.
    El orden sensato: La calidad de vida, la innovación social, y el desarrollo humano de una ciudad atraen inversiones y actividad económica, y no al revés.
    Burocracia vs. Innovación: La burocracia no encaja con la innovación, y es su antónimo perfecto. Una de las consignas clave de cualquier ecosistema urbano de innovación es prescindir de lastres que no añaden valor, y buscar el máximo de agilidad en los procesos de dialogo/decisión.
    Empezar por casa: Hay una especie de obsesión por captar talento de fuera, mientras se desconoce e ignora el propio. Yo empezaría siempre por cartografiar, identificar y mapear el talento que ya tiene la ciudad.
    El talento atrae talento: Tiene que ver con el punto anterior: si no se crea ese sustrato de acogida, es difícil que venga y se asiente el talento foráneo. Un ejemplo de lo que NO se debe hacer es precisamente Málaga Valley, un modelo elitista que invierte en marketing artificioso para forzar la llegada de grandes inversores y talento (oportunista) del exterior, mientras dedica una atención secundaria al talento (real y potencial) que ya tiene en su territorio.
    Know-who y visibilidad: Una vez que el talento es identificado (Know-who), habría que construir “mapas-de-sinergias” que reconozcan las potenciales relaciones entre complementadores, y fomentar la colaboración entre ellos. El talento aislado sirve de poco, porque el valor está en las conexiones, y para eso hay que generar espacios de encuentro. Muchos territorios ya cuentan con ese talento pero muy mal conectado, lo que lo hace poco visible.
    Señal de identidad: Los ecosistemas necesitan un hilo conductor, una forma de hacer, una señal de identidad. Las ciudades con significado se construyen desde la coherencia.
    Predicar con el ejemplo: La innovación no prospera dentro de una lógica binaria de éxito/fracaso. La gestión pública tiene que predicar con el ejemplo asumiendo el ensayo/error con naturalidad, adoptando políticas valientes, y reconociendo la utilidad de la experimentación. Si quiere promover innovación, tendrá que ser innovadora. Si quiere atraer a los emprendedores, deberá serlo también en su gestión diaria y en su propia narrativa.
    El fermento cultural: Un buen ecosistema urbano de innovación entiende el papel clave de la cultura como fermento creativo. La cultura socializada es una aliada perfecta para la “ciudad viva” que acoge con buen grado las dinámicas innovadoras.
    Renovación de los espacios productivos: Los espacios urbanos no pueden ser ciudades-dormitorio. Hay que conseguir que la actividad productiva regrese a la ciudad, sea “de proximidad”, industrias limpias que ahora están aisladas en los polígonos industriales las necesitamos en los barrios para humanizarlos. Es la nueva arquitectura industrial.
    Diversidad como oportunidad: La diversidad es sexi. Lo cosmopolita es un factor crítico de atracción del talento y un ingrediente deseable en el sustrato de innovación.
    Participación: Los planes estratégicos hechos en los despachos padecen del sesgo del experto. Hay que implicar a los ciudadanos en la identificación colaborativa de los desafíos de innovación de la ciudad. Para eso, debemos estimular en los ciudadanos el sentido de la iniciativa personal (si lo prefieres, llámalo emprendedores… pero en el sentido más amplio de la palabra).
    City-labs: La ciudad debe ser reconcebida como un laboratorio social, como un espacio de experimentación de soluciones. Algunas como Rivas, que no tienen universidades, ni centros de investigación, pueden (de momento) poner el énfasis en “aplicar” el conocimiento que se “crea” en otras.
    El tamaño importa: En lugar de megaproyectos mediáticos, hay que apostar por múltiples transformaciones a escala humana, y coordinadas por redes distribuidas. El papel de los barrios es esencial en el rediseño de la ciudad y en el despliegue de experiencias innovadoras que se impregnen de lo local como señal de identidad.
    Visto lo visto, es evidente que mucho de lo que se puede hacer para vertebrar un buen ecosistema urbano de innovación tiene muy poco que ver con el ladrillo, ni con las infraestructuras. Basta, en principio, con lo que hay. Es más una cuestión de mejorar y consolidar lo que funciona, que de seguir pariendo edificios y agencias nuevas. Es el momento de apostar por las personas y de mejorar la calidad de las interacciones. El ecosistema urbano de innovación que yo me imagino es una “ciudad de redes”.

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